Normas para una vida santa: Los Pensamientos

Normas para una vida santa: Los Pensamientos

  1. Al despertarte por la mañana, dirige tus pensamientos hacia Dios. Considera que hoy podría ser tu último día. Y al acostarte, toma un momento para pensar en que no sabes si te volverás a despertar en este mundo, o si será en la resurrección que te despertarás. Así, vemos la importancia de orar diariamente. En la mañana y de nuevo en la noche, arrodíllate delante de Dios, alabándole por su cuidado continuo y pidiéndole su ayuda para seguir venciendo el pecado.
  2. Guárdate de pensamientos perversos, ociosos o impuros (Proverbios 4.23). Tal y como es tu pensar así será tu hablar, tu conducta y toda tu manera de vivir.
  3. Medita a menudo en las cuatro últimas ocurrencias: en la muerte —no hay nada más conclusivo que ella; en el día del juicio —no existe cosa más pesada; en el infierno —no hay lugar más horrible; y en el cielo —no hay lugar más lleno de gozo. El que medita en estas cosas evitará mucho pecado y será diligente en el camino de la salvación.
  4. El domingo medita en las obras maravillosas de Dios: primero, en la creación de Dios y su gobierno en ella; luego, en nuestra redención. Guarda el día de reposo como un día de oración, de escuchar y estudiar la palabra de Dios. Guárdalo como un día de conversaciones y pensamientos acerca de cosas espirituales. De esta manera puedes glorificar a Dios en el día de reposo. Si alguno no santifica el día de reposo, es probable que despreciará también los demás mandamientos de Dios.
  5. Antes de comenzar cualquier cosa, reflexiona bien acerca de cuál podrá ser el resultado de ella. Considera: ¿quisieras hallarte haciendo lo que piensas hacer, si en esa misma hora la muerte te llamara a presentarte delante de Dios? No te involucres en algo que destruya tu esperanza y seguridad de la salvación. Condúcete cada día como si fuera el último de tu vida.
  6. Si alguien te hace mal, ten un espíritu perdonador y olvídate del asunto. Si tomas a pecho el mal y te enojas, te haces más daño a ti mismo que a cualquier otra persona. Tú debes perdonar, y Dios juzgará al malhechor a su debido tiempo.
  7. Guárdate especialmente de un espíritu descontento y rebelde. Sufres y tienes dificultad sólo cuando Dios lo permite por tu propio bien. Dios te ha bendecido con dádivas innumerables para suplir tus necesidades. Asimismo por tu bien ha distribuido penas y pruebas para que puedas permanecer humilde. En medio de la aflicción, recuerda que él te fortalecerá y que te librará en el momento oportuno.
  8. Si otros te alaban, humíllate. No te alabes ni te jactes; así hacen los necios que buscan la alabanza vana. Sé honrado en todos tus tratos y otros te alabarán. Sobre todo, busca la alabanza que viene de Dios.
  9. No te preocupes demasiado de asuntos ajenos. Evita lo que no tiene que ver contigo.
  10. Nunca consideres pequeño ningún pecado. Todo pecado, aunque parezca muy pequeño, es una transgresión contra Dios. Un pecado pequeño, amado y nutrido puede condenarte igual que un pecado grande. Si no se repara una pequeña vía de agua, con el paso del tiempo puede hundir un barco. Asimismo un pecado pequeño, si sigues en él sin arrepentirte, puede hundirte y mandarte al infierno. Acostúmbrate, pues, a vencer cada pecado pequeño y así podrás vencer también los pecados grandes. Evita especialmente los pecados premeditados para que no provoques a Dios a ira.
  11. “Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes” (Proverbios 24.17). Si amas en verdad a tu enemigo, buscarás sin falta el bien suyo. El que se alegra de la calamidad de otro no quedará sin castigo (Proverbios 17.5).
  12. No permitas que la envidia ni el odio habiten en tu corazón. No guardes rencor contra nadie. Dios nos amó siendo nosotros sus enemigos; por lo tanto, él espera que amemos a nuestros enemigos por causa de él. En comparación con lo que Dios nos ha perdonado, es cosa pequeña de parte de nosotros perdonar a nuestros enemigos. Aunque podrás pensar que tu enemigo no es digno de tu perdón, bien vale la pena perdonarlo por causa de Cristo.
  13. El hecho de que los incrédulos desprecian la vida santa y piadosa no te da motivo para tenerla a menos y desviarte de ella. No te olvides nunca de la seriedad del pecado, aunque la mayoría viva una vida pecaminosa. El camino hacia el infierno siempre está lleno (Mateo 7.13). Si Dios te hiciera la pregunta en el día del juicio: ¿Por qué te entregaste a la borrachera? ¿Por qué fuiste deshonrado? ¿Por qué viviste con odio y celos? ¿contestarías entonces: Señor, lo hice porque la mayoría así hizo? Dios te podría contestar: “Puesto que con la mayoría pecaste, con la mayoría irás al infierno”.
  14. Si tienes que tomar una decisión importante, o si te encuentras en medio de circunstancias en que no sabes cuál será la mejor acción o respuesta, pásate por lo menos una noche en meditación. No te arrepentirás de haberlo hecho.
  15. No te duermas sin considerar cómo has pasado el día y qué has hecho para el bien o el mal. Así percibirás pronto si usas o no tu tiempo en una manera constructiva.

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